Esta pasada Semana Santa aproveche e hice una escapada junto con dos colegas a Dublín (capital de la República de Irlanda, para los poco duchos en Geografía y/o Historia). Fue poco tiempo, apenas 72 horas, pero la verdad es que la ciudad me ha encantado y aquí van unos cuantos apuntes sobre la misma... y algunas fotejas, claro.
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25 abr 2014
11 feb 2013
Kalimero Viajero: Ámsterdam

Estuve la semana pasada en Ámsterdam cubriendo para Genbeta Dev la BlackBerry Jam Europe 2013 (parte 1 y parte 2). Además me dio tiempo a darme un par de vueltas por la ciudad de los canales. Esto son unos apuntes así a boleo:
- Primer tópico verificado: todo el mundo va en bicicleta. Hay bicicletas aparcadas por todos lados, la ciudad está recorrida por un cómodo carril bici y los que mandan sobre coches y transeúntes son los ciclistas.

- Está muy bien que casi no haya delincuencia y puedas dejar tu bicicleta sin amarrar en cualquier parte... pero si hace un viento como el que hizo la semana pasada, amarrala que se cae.
- El tranvía es una especie de bus sobre raíles, no como el de Manchester que era en plan Metro por la superficie. Esto hace que mole menos pero, que carajo, como viste un tranvía una ciudad no la viste ningún otro medio de transporte público.
- Segundo tópico verificado: a un grupo de españoles se le escucha venir desde lejos. Eso si, a los italianos se los escucha desde más lejos todavía.
- La ventaja de des-pecadizar y des-penalizar el vicio es que se puede tomar de una forma más natural... y utilizarlo como atracción turística. Eso es precisamente el Barrio Rojo. Por la tarde por lo menos. Por la noche ya será otra cosa, imagino.

- El centro de Amsterdam (la Plaza Dam) está rodeado por canales semicirculares concéntricos. Entre estos canales lo tienes todo: el barrio chino, el gay, el rojo, los centros comerciales de lujo, los museos importantes... Es bastante fácil de visitar en relativamente poco tiempo.
- En las placas de las calles pone el distrito al que pertenece entre paréntesis. Curioso.

- Te venden chocolatinas en cualquier lado: en una tienda de souvenirs, en una droguería, en una lavandería... He llegado a pensar que es su comida típica.
- No se si será costumbre local pero en mi hotel no había planta primera, el ascensor saltaba de la planta baja a la segunda.

- ¡Que frío hace en este pueblo! Las temperaturas no eran mucho más bajas que en España pero el viento y la humedad conseguían una sensación térmica heladora. Será cuestión de volver de visita en otras épocas del año más benignas climatológicamente.
Pd: soy malísimo echando fotos pero si alguno (o alguna) quiere ver todas las fotos que tiré en la capital de los Países Bajos, están en este álbum de Flickr.
Un saludete, guap@s.
14 sept 2008
Top 5 a las 5: Viajes por hacer

Domingo. 5 de la tarde. Si, señoras y señores, el Top 5 a las 5, el clásico más clásico de la blogocosa, vuelve un domingo más y lo hace con un tema evocador como pocos: Viajes por hacer, es decir, aquellos viajes con los que soñamos y todavía no hemos realizado... y, en muchos casos, nunca realizaremos. Adelante pues:
5) Interrail

Dificil encontrar una mejor manera de pasar un mes de vacaciones que viajando en tren sin rumbo fijo por la vieja europa con mi mochila y mis viejas pisamierdas rojas. Puedo prometer y prometo que del verano que viene no pasa. ¿Quién se apunta?
4) Sureste asiático

De Bangkokok a Hanoi. Luego paradas en Macao y Hong-Kong. Posible visita a Taiwan y Manila. Jakarta. Singapur. Y vuelta a casa. ¿Un itinerario de puta madre, no os parece? De los 5 viajes es el más improbable de realizar. Lo reconozco.
3) Alpes
Desconectar durante unos días en la gran cadena montañosa de Europa es otro de mis grandes sueños. Después del Interrail sería el más asequible... y sin duda sería el más impactante a nivel visual. Eso si, de escalar nada, cualquier actividad salvo esa.
2) Ruta 66

Bajarme del avión en Chicago. Alquilarme un Mustang o un MonteCarlo. Recorrer dirección sur-suroeste la mítica Ruta 66. Desviarme unos días a Las Vegas para jugar al blackjack en el Bellagio y casarme vestido de Elvis con una corista. Dejar el coche en LA y volverme a la cruda realidad. En definitiva, vivir el sueño americano, oh yeah!
1) Nueva York en Navidad

Estas cuatro palabras juntas son lo suficientemente evocadoras para que ninguna más sea necesaria, ¿no?
Bonus-Tracks:
Sanfermines

No todo van a ser salidas al extranjero, ¿no? Todavía me queda mucho por ver en España y la fiesta más famosa del mundo es una de estas cosas. En mi lista la tengo apuntada para dentro de dos años pero si lo del Interrail no sale, el año que viene sería el suyo.
Amsterdam
Los canales. Los molinos. Las bicicletas. Los coffe-shop. El Barrio Rojo. Muchas son las razones para querer ir a Amsterdam... y, no se por qué pero la época que más me motiva para visitarla es fin de año... ¿alguien se apunta?
Y hasta aquí todo el pescado vendido. Si quieres conocer más viajes soñados, en las casas de Forfy, Alex y Fargok encontrarás muchos más. Si lo que quieres es, por contra, unirte a nuestra labor topera, lo único que tienes que hacer es mandar un email a top5delas5@googlegroups.com y estarás dentro.
Un saludete guap@s.
12 sept 2008
Coldplay - Madrid - 07/09/08
Salimos de Martos con rumbo a Carabanchel (Bajo) a eso de las 10 y algo del sábado y cerca de las dos de la tarde ya estabamos en nuestro destino después de un apacible viaje sin apenas tráfico. Soltamos los bultos y nos fuimos a comer a un gallego llamado A'Barca donde Franco vió en primera fila como engulliamos platos hasta arriba de ricos manjares galegos. Yo iba vestido con una camiseta roja con la hoz y el martillo en amarillo. En algunos momentos temí por mi integridad física (xD).
Después de reposar un rato el abundante ágape cogimos el coche hasta el centro: Sol, Plaza Mayor y Museo del Champiñón (2'60 la caña y camareros con las caras hasta el suelo. Nada recomendable). Luego vuelta a Sol donde se produjo el encuentro más esperado de la blogocosa: Mr. Forfy, Miss Saricchiella y un pollo servidor. Después de regalarme un toy de Kalimero (yo soy un descastao y no les regalé nada. ¡Que vergüenza!) iniciamos la ruta seria: Museo del Jamón (cañas a 1'20 pero te ponen de tapa ¡salchichón y chorizo! ¿Pero no era el Museo del Jamón? No entiendo nada), El Tigre (bar de tapas en Chueca, repleto de guiris, que nada tiene que envidiar a los clásicos andaluces), mojitos en El Plaza (en Torre España. Música nu-jazz) y combinados en el Friday's de Gran Vía.

Casi a las 12 me abrazo con Forfy y Saricchiella, ellos se vuelven para Fuenlabrada y servidor y colegas volvemos a Carabanchel a dormir la importantísima mona. Al día siguiente toca Parque de Atracciones. Venzo mis miedos y me subo en la Tarantula (¡que no es para nada light!), en el Tornado (me encantó) y la joya de la corona: El Tifón, que es una experiencia realmente espectacular, ¡tienen que montarse queridos lectores! A lo que no me convencieron fue para la caida libre y para El Abismo. La próxima vez será.
En las atracciones de agua nos la llevamos toda y esperamos tranquilamente para secarnos y marchar hacia el gran acontecimiento: el concierto de Coldplay en el mítico Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Nos despedimos de nuestros guías y nos pusimos manos a la obra a la hora de conseguir entrada (si, fuimos sin entrada, true story). A eso de las ocho, tras un fuerte desembolso, nos hicimos con nuestras entradas y entramos al recinto. Ya sólo faltaba que Chris Martin y los suyos montaran un show que mereciera el desembolso.
A las 20:15, con puntualidad anglosajona, salió al escenario Albert Hammond Jr. El guitarrista de The Strokes presentó su proyecto en solitario durante apenas media hora pero con gran fuerza. El sónido fue genial pero apenas había iluminación y el show en general fue bastante soso, cosa a lo que colaboró que Hammond, a pesar de su origen llanito, ni siquiera intentara chapurrear algo de español. No despertó grandes pasiones, la verdad.
Tres cuartos de hora desde que Hammond abandonara el escenario hasta que empezaron a sonar los acordes de El Lago de los Cisnes. Un tiempo más que suficiente para que el Palacio de los Deportes se llenara hasta rebosar y respirara magia. Después de los acordes de la celebre composición clásica, se encendieron las luces y, detrás de un telón translucido, Guy, Will, Chris y Jon nos deleitaron con Life in Technicolor, el tema instrumental que abre Viva la Vida! y que parece especialmente pensado para abrir conciertos.

El telón subió y sonó Violet Hill. El aperitivo para el gran momento de la noche: Clocks, In My Place y Speed of Sound del tirón. Algunos pueden pensar que esta estrategia es quemar las naves demasiado pronto pero, personalmente, llevabamos sólo veintipocos minutos de concierto y el alto precio pagado por la entrada había dejado de atormentarme totalmente. Ahora sólo quedaba dejarse llevar y disfrutar del show magnificamente dirigido por un Chris Martin empeñado en correr de un lado para otro y chapurrear el poco español aprendido de su mujer. El público estaba (estabamos) entregados.
Mucho del Viva la Vida y también mucho del A Rush of Blood to the Head con gotas del X&Y (me encantó como quedó Fix You) hasta llegar a uno de los momentos cumbre: los cuatro músicos se dirigen al pequeño escenario al final de la plataforma (a escasos cinco metros de donde servidor se encontraba) para tocar en acústico un medley de God Put A Smile Upon Your Face y Talk. Luego, Chris se quedó sólo con su piano y se marcó un antológico The Hardest Part.
De vuelta al escenario principal, los dos platos fuertes del nuevo disco: Viva la Vida (con percusión, bombos y una campana, muy cool la versión, la verdad) y Lost, que suena mejor todavía en directo a lo que lo hace en el disco. Entonces, con una hora escasa de concierto, Martin y sus chicos desaparecen del escenario. Todos nos preguntamos lo que ocurre cuando los gritos nos hacen girarnos: han aparecido en un pequeño escenario en un graderio. Allí se marcan un The Scientist que queda cojonudo y un temita country con mandolina donde la voz cantante (literalmente) la llevó el bateria.
Volvieron al escenario principal, tocaron otro par de canciones y se despidieron por primera vez. En este interludio sonó un remix muy cañero del Viva la Vida (a ver si lo consigo) que se interrumpió abruptamente cuando los chicos volvieron a aparecer sobre el escenario para marcarse un Politik glorioso y un Lovers in Japan acompañado de videoclip en la pantalla gigante y decenas de miles de mariposas de papel sobrevolando nuestras cabezas.
De nuevo se despidieron para volver minutos después con el único tema del primegenio Parachutes que tocaron: Yellow. Un fin de fiesta espectacular. A eso de las 11 y algo se encendían las luces y empezabamos nuestro peregrinaje afuera del Palacio de los Deportes y de vuelta a la cruda realidad.

Un gran fin de semana, si señores.
Un saludete guap@s.
Después de reposar un rato el abundante ágape cogimos el coche hasta el centro: Sol, Plaza Mayor y Museo del Champiñón (2'60 la caña y camareros con las caras hasta el suelo. Nada recomendable). Luego vuelta a Sol donde se produjo el encuentro más esperado de la blogocosa: Mr. Forfy, Miss Saricchiella y un pollo servidor. Después de regalarme un toy de Kalimero (yo soy un descastao y no les regalé nada. ¡Que vergüenza!) iniciamos la ruta seria: Museo del Jamón (cañas a 1'20 pero te ponen de tapa ¡salchichón y chorizo! ¿Pero no era el Museo del Jamón? No entiendo nada), El Tigre (bar de tapas en Chueca, repleto de guiris, que nada tiene que envidiar a los clásicos andaluces), mojitos en El Plaza (en Torre España. Música nu-jazz) y combinados en el Friday's de Gran Vía.
Casi a las 12 me abrazo con Forfy y Saricchiella, ellos se vuelven para Fuenlabrada y servidor y colegas volvemos a Carabanchel a dormir la importantísima mona. Al día siguiente toca Parque de Atracciones. Venzo mis miedos y me subo en la Tarantula (¡que no es para nada light!), en el Tornado (me encantó) y la joya de la corona: El Tifón, que es una experiencia realmente espectacular, ¡tienen que montarse queridos lectores! A lo que no me convencieron fue para la caida libre y para El Abismo. La próxima vez será.
En las atracciones de agua nos la llevamos toda y esperamos tranquilamente para secarnos y marchar hacia el gran acontecimiento: el concierto de Coldplay en el mítico Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Nos despedimos de nuestros guías y nos pusimos manos a la obra a la hora de conseguir entrada (si, fuimos sin entrada, true story). A eso de las ocho, tras un fuerte desembolso, nos hicimos con nuestras entradas y entramos al recinto. Ya sólo faltaba que Chris Martin y los suyos montaran un show que mereciera el desembolso.
A las 20:15, con puntualidad anglosajona, salió al escenario Albert Hammond Jr. El guitarrista de The Strokes presentó su proyecto en solitario durante apenas media hora pero con gran fuerza. El sónido fue genial pero apenas había iluminación y el show en general fue bastante soso, cosa a lo que colaboró que Hammond, a pesar de su origen llanito, ni siquiera intentara chapurrear algo de español. No despertó grandes pasiones, la verdad.
Tres cuartos de hora desde que Hammond abandonara el escenario hasta que empezaron a sonar los acordes de El Lago de los Cisnes. Un tiempo más que suficiente para que el Palacio de los Deportes se llenara hasta rebosar y respirara magia. Después de los acordes de la celebre composición clásica, se encendieron las luces y, detrás de un telón translucido, Guy, Will, Chris y Jon nos deleitaron con Life in Technicolor, el tema instrumental que abre Viva la Vida! y que parece especialmente pensado para abrir conciertos.
El telón subió y sonó Violet Hill. El aperitivo para el gran momento de la noche: Clocks, In My Place y Speed of Sound del tirón. Algunos pueden pensar que esta estrategia es quemar las naves demasiado pronto pero, personalmente, llevabamos sólo veintipocos minutos de concierto y el alto precio pagado por la entrada había dejado de atormentarme totalmente. Ahora sólo quedaba dejarse llevar y disfrutar del show magnificamente dirigido por un Chris Martin empeñado en correr de un lado para otro y chapurrear el poco español aprendido de su mujer. El público estaba (estabamos) entregados.
Mucho del Viva la Vida y también mucho del A Rush of Blood to the Head con gotas del X&Y (me encantó como quedó Fix You) hasta llegar a uno de los momentos cumbre: los cuatro músicos se dirigen al pequeño escenario al final de la plataforma (a escasos cinco metros de donde servidor se encontraba) para tocar en acústico un medley de God Put A Smile Upon Your Face y Talk. Luego, Chris se quedó sólo con su piano y se marcó un antológico The Hardest Part.
De vuelta al escenario principal, los dos platos fuertes del nuevo disco: Viva la Vida (con percusión, bombos y una campana, muy cool la versión, la verdad) y Lost, que suena mejor todavía en directo a lo que lo hace en el disco. Entonces, con una hora escasa de concierto, Martin y sus chicos desaparecen del escenario. Todos nos preguntamos lo que ocurre cuando los gritos nos hacen girarnos: han aparecido en un pequeño escenario en un graderio. Allí se marcan un The Scientist que queda cojonudo y un temita country con mandolina donde la voz cantante (literalmente) la llevó el bateria.
Volvieron al escenario principal, tocaron otro par de canciones y se despidieron por primera vez. En este interludio sonó un remix muy cañero del Viva la Vida (a ver si lo consigo) que se interrumpió abruptamente cuando los chicos volvieron a aparecer sobre el escenario para marcarse un Politik glorioso y un Lovers in Japan acompañado de videoclip en la pantalla gigante y decenas de miles de mariposas de papel sobrevolando nuestras cabezas.
De nuevo se despidieron para volver minutos después con el único tema del primegenio Parachutes que tocaron: Yellow. Un fin de fiesta espectacular. A eso de las 11 y algo se encendían las luces y empezabamos nuestro peregrinaje afuera del Palacio de los Deportes y de vuelta a la cruda realidad.
Un gran fin de semana, si señores.
Un saludete guap@s.
8 jul 2008
Mini-guía: Fuengirola
Cuando era pequeño, Fuengirola era el destino turístico veraniego de mi familia: más barato que Marbella, más tranquilo que Benalmadena y Torremolinos y menos paisanos que en Torredelmar y Rincón de la Victoria (que vienen a ser como un Martos 2). Hacía ya diez años que no pisaba el que fuera mi lugar de vacaciones durante tanto tiempo y lo que me he encontrado es una Fuengirola que sigue siendo más barata que Marbella, con menos paisanos que Torredelmar y Rincón de la Victoria pero que ha dejado de ser un lugar tranquilo para convertirse en un lugar de marcha y bullicio total.
Lo que quiero con este post es que sirva de miniguía a aquel que se vaya a pasar por Fuengirola estos meses y no tenga ni pajolera idea de que hacer o donde ir allí aparte de darse un chapuzón en la playita. Vamos pues:
Lo primero es el alojamiento. La opción de un hotel siempre está ahí pero si pasas olímpicamente de la piscina, nunca te vienen bien los horarios del comedor y quieres ahorrarte el dinero para utilizarlo en otros menesteres hay decenas de hostales a buen precio que te pueden hacer un apaño si vas sólo unos pocos días. El portal Costasur es una buena opción para encontrar el que mejor se adapte a tus características y bolsillo.
Con el dinero que nos ahorramos en la estancia podemos comer como señores y una buena opción para empezar es el chiringuito La Caracola, entre la zona del puerto y la Plaza de la Constitución. Pescadito del bueno, jarras de sangría tiradas de precio y buen servicio.
Si los chiringuitos no son lo tuyo no tienes por qué preocuparte ya que tienes una variedad extrema de restaurantes italianos (La Grappa, en la calle Moncayo, es una buena elección), chinos, asadores argentinos, algún que otro indio y restaurantes tradicionales españoles de toda la vida como el Don Pé (también en la calle Moncayo), con unas carnes de chuparse los dedos... y unos precios de asustarse, que también hay que decirlo.
Para la cervecita entre la playa y la cena tienes pubs ingleses por un tubo (nunca comprenderé por qué los ingleses salen de los pubs de su tierra para venirse a pubs idénticos aquí, ¡que poco aventureros son!) donde tomarte unas buenas pintas de Stella Artois o Guiness. A mi me gustó especialmente el O'Really, en la calle Marbella. Si los pubs típicos te dan urticaria tampoco hay ningún problema porque te puedes tomar unos mojitos, unas caipirinhas o unos margaritas en el Pub Hollywood (en el Paseo Marítimo), una cocktelería que reproduce identicamente un típico dinner americano de los años 50 con una terracita bastante apañada.
Y una vez cenado y arreglado toca el momento de salir de marcha, para lo cual hay dos opciones:
a) Paseo Marítimo
Donde se reunen todos los guiris con todo lo que supone: precios desorbitados, relaciones públicas que literalmente se te echan encima con ofertas que no lo son tal y descontrol total. London Underground, Old Town, Coyote, Crazy Daisy o Bogart's Cafe son las mejores opciones de la zona aunque, personalmente, toda esta zona me pareció bastante agobiante.
b) Zona del Ayuntamiento
Donde se juntan los nativos y los visitantes españoles. Mucho más relajada y disfrutable. Destacan el Pixama, que siempre está para reventar y con colas en la puerta, El Piso (muy chulo pero con una música lamentable) y, sobretodo, el Lola's Bar, un garito muy elegante (cristaleras, lámparas de araña, sillones de diseño...) situado en la segunda planta de un edificio que da a la misma Plaza de la Constitución, que durante el día es un restaurante pero que por la noche se transforma en una disco super cool y con una música de lujo.
Y luego, claro, está darse la típica vuelta por el puerto deportivo para echarse fotos con los veleros y la visita al zoo para ver a los macacos olisquearse el culete... pero esto creo que ya lo sabe todo el mundo.
Espero que le haya servido o le sirva de ayuda a alguien.
Un saludete guap@s.
Lo que quiero con este post es que sirva de miniguía a aquel que se vaya a pasar por Fuengirola estos meses y no tenga ni pajolera idea de que hacer o donde ir allí aparte de darse un chapuzón en la playita. Vamos pues:
Lo primero es el alojamiento. La opción de un hotel siempre está ahí pero si pasas olímpicamente de la piscina, nunca te vienen bien los horarios del comedor y quieres ahorrarte el dinero para utilizarlo en otros menesteres hay decenas de hostales a buen precio que te pueden hacer un apaño si vas sólo unos pocos días. El portal Costasur es una buena opción para encontrar el que mejor se adapte a tus características y bolsillo.
Con el dinero que nos ahorramos en la estancia podemos comer como señores y una buena opción para empezar es el chiringuito La Caracola, entre la zona del puerto y la Plaza de la Constitución. Pescadito del bueno, jarras de sangría tiradas de precio y buen servicio.
Si los chiringuitos no son lo tuyo no tienes por qué preocuparte ya que tienes una variedad extrema de restaurantes italianos (La Grappa, en la calle Moncayo, es una buena elección), chinos, asadores argentinos, algún que otro indio y restaurantes tradicionales españoles de toda la vida como el Don Pé (también en la calle Moncayo), con unas carnes de chuparse los dedos... y unos precios de asustarse, que también hay que decirlo.
Para la cervecita entre la playa y la cena tienes pubs ingleses por un tubo (nunca comprenderé por qué los ingleses salen de los pubs de su tierra para venirse a pubs idénticos aquí, ¡que poco aventureros son!) donde tomarte unas buenas pintas de Stella Artois o Guiness. A mi me gustó especialmente el O'Really, en la calle Marbella. Si los pubs típicos te dan urticaria tampoco hay ningún problema porque te puedes tomar unos mojitos, unas caipirinhas o unos margaritas en el Pub Hollywood (en el Paseo Marítimo), una cocktelería que reproduce identicamente un típico dinner americano de los años 50 con una terracita bastante apañada.
Y una vez cenado y arreglado toca el momento de salir de marcha, para lo cual hay dos opciones:
a) Paseo Marítimo
Donde se reunen todos los guiris con todo lo que supone: precios desorbitados, relaciones públicas que literalmente se te echan encima con ofertas que no lo son tal y descontrol total. London Underground, Old Town, Coyote, Crazy Daisy o Bogart's Cafe son las mejores opciones de la zona aunque, personalmente, toda esta zona me pareció bastante agobiante.
b) Zona del Ayuntamiento
Donde se juntan los nativos y los visitantes españoles. Mucho más relajada y disfrutable. Destacan el Pixama, que siempre está para reventar y con colas en la puerta, El Piso (muy chulo pero con una música lamentable) y, sobretodo, el Lola's Bar, un garito muy elegante (cristaleras, lámparas de araña, sillones de diseño...) situado en la segunda planta de un edificio que da a la misma Plaza de la Constitución, que durante el día es un restaurante pero que por la noche se transforma en una disco super cool y con una música de lujo.
Y luego, claro, está darse la típica vuelta por el puerto deportivo para echarse fotos con los veleros y la visita al zoo para ver a los macacos olisquearse el culete... pero esto creo que ya lo sabe todo el mundo.
Espero que le haya servido o le sirva de ayuda a alguien.
Un saludete guap@s.
3 nov 2007
Cuaderno de Viaje: Londres-Manchester Julio'07
Este es el relato pormenorizado del viaje que el pasado verano realicé a Inglaterra y que quiero sirva como permanente recordatorio escrito para mi y homenaje a mis compañeros de viaje, que tan buenos momentos me hicieron vivir y que espero que no sea la única vez que compartamos aviones, hoteles cochambrosos y alcohol en cantidades ingentes. Vamos al lío:
DIA 1. 05-07-2007, JUEVES
Me levanto a las 05:30. A las 06:15 estoy marchando hacia Jaén donde hemos quedado a las 7 para iniciar nuestra aventura. Somos 4: LM, C, L y yo. Un quinto, LG, se unirá a nosotros cuando lleguemos a Londres.
Antes de las 10 de la mañana llegamos al Aeropuerto de Málaga, desde donde vamos a tomar un vuelo de EasyJet rumbo a London-Luton. El aeropuerto está rodeado de una especie de arrozal y alberga en su interior una obra faraónica que le da a todo el complejo un aspecto caótico. A cambiar esta imagen tercermundista no ayudan ni el tremendo calor que empieza a hacer a tan temprana hora ni el aparcamiento privado donde dejamos el coche. Si el coche hubiera sido mío me lo hubiera pensado una y dos veces antes de dejarlo en semejante sitio.
No tenemos ningún incidente con la facturación de las maletas pero si al pasar por el detector de metales: C hace saltar la alarma, un guardia le pasa el detector manual y su rodilla pita como si fuera cibernética. El guardia le pregunta que si tiene una prótesis pero finalmente, entre los dos, deducen que lo que hace saltar la alarma es el fajo de pastillas y otros medicamentos que lleva en el bolsillo.
Cogemos un autobús interno para llegar a nuestro avión. Nunca me había montado en uno y quizás por eso me lo esperaba mucho más grande, un gran mastodonte para cientos de pasajeros. Sin embargo, lo que me encuentro es un pequeño cascarón pintado de blanco y naranja. Por dentro, la sensación de pequeñez aumenta: dos columnas de tres filas cada una separadas por un estrecho pasillo. Un autobús con alas.
A las 12 del mediodía, con puntualidad inglesa, el avión despega. Mi primer vuelo. Estoy en un asiento de pasillo cerca de la parte de atrás. El avión no esta lleno. Durante las dos horas y media que duró no hubo ningún incidente y todo fue muy plácido pero, sin embargo, en ningún momento pude dejar atrás mi nerviosismo. Creo que no me voy a volver un adicto a volar.
Una vez el avión ha aterrizado en London-Luton (la primera vez que piso suelo extranjero) vamos a recoger las maletas. En eso momento llega el primer incidente del viaje: mi maleta viene sin ruedas, que han sido arrancadas de cuajo. Me esperan cinco días de arrastrar por el suelo una jodida maleta que vacía pesa más de cinco kilos.
En el aeropuerto de London-Luton la seguridad es mínima, para salir del mismo sólo tuvimos que enseñar una vez el dni... y el funcionario encargado ni siquiera se digno a mirarlos detenidamente. Ya fuera cogimos un autobús que nos llevó a la estación de tren adyacente al aeropuerto. En esos momentos ya estábamos los cinco viajeros reunidos.
Después de 40 minutos de tren a través de la verde Inglaterra llegamos a la estación de tren de King Cross. ¡Ya estamos en Londres! La maleta ya me está empezando a dar bastante por saco pero, por suerte, nuestro hotel se encuentra muy cerca de la estación.

El hotel se llama Alhambra y realmente no es un hotel sino un típico bed&breakfast. Está tan enmoquetado, las escaleras y pasillos son tan estrechos y las habitaciones tan pequeñas como me esperaba. Sin embargo, tanto estas como las duchas y toilets están bastante limpios. Menos da una piedra.
Deshacemos las maletas, descansamos un rato y salimos a recorrer Londres. La tarde no es especialmente buena: esta nublado, sopla bastante viento y llueve intermitentemente. ¡Cualquiera diría que estamos en Julio! Cogemos el metro en King Cross (sablazo, más de 5 libras el billete diario) y nos bajamos en Picadilly Circus. No es tan grande como me esperaba pero el flujo de gente y de actividad es realmente impactante.
Callejeamos cerca de Picadilly y nos metemos en un pub llamado O'Connors: tres niveles, siete ambientes, decoración rústica y pintas fresquitas de Stella Artois. Los billetes de 20 libras ya empiezan a volar, algo que va a ser una constante en toda nuestra estancia en Inglaterra.
Volvemos al metro y vamos hacia Westminster. Compramos unas cuantas botellas de Ribena (pronunciado raibina) en un Tesco, vemos el Big Ben y decidimos cruzar de orilla del Tamesis para ir hasta el Tower Bridge. Por el camino nos enteramos de que por la mañana ha habido un descarrilamiento en el metro: más de 50 heridos y centenares de personas encerradas durante horas. Pasamos por el London Eye, parques, edificios futuristas, callejuelas con encanto, un circuito de skate, una fragata donde se va a celebrar una cena de gala y vemos a unos yuppies jugando a la petanca con la copa de vino en la mano en una pequeña plaza. Sigue haciendo una tarde malísima pero esto no nos impide hacernos las fotos de rigor con el Tower Bridge de fondo. Se hace tarde y buscamos un sitio para tomar el típico fish and chips y más pintas.
Nos decidimos por Horniman's, cerca del ayuntamiento y repleto de yuppies que acaban de salir de trabajar. Con nuestros chubasqueros no pasamos desapercibidos entre tanto traje. El fish and chips no esta nada mal y, sobretodo, la ración es abundante... además, cualquier cosa que se acompañe con ketchup Heinz y cerveza Kronenburg está buena y no hay más que hablar. Por cierto, que una de las camareras era española, otra de las constantes que se iba a repetir bastante a menudo.
Después de cenar había ganas de más pintas para aplacar el frío y nos dirigimos a Covent Garden. El mercado estaba, obviamente, cerrado pero había muchos pubs abiertos y con buen ambiente. Al final optamos por uno llamado Balcony Bar (llamado así porque tenía un balcón grande que servía de terraza) y allí nos tomamos las últimas pintas de Kronenburg del día mientras veíamos como se hacía de noche definitivamente a eso de las 11 de la noche.
A la vuelta, el metro de Covent Garden ya ha cerrado y tenemos que cogerlo en Leicester Square (pronunciado lestescua). Antes de las 12 ya estamos en el hotel dispuestos a dormir un poco e iniciar a las pocas horas nuevamente la faena.
DIA 2. 06-07-2007. VIERNES
A eso de las 4 de la mañana empieza a amanecer y la ausencia de persianas en la habitación (de hecho no vi una sola persiana en los cinco días de viaje) hacía complicado dormir profundamente. Por lo tanto antes de las 8 ya estamos levantados dispuestos a darnos una buena ducha y bajar a probar un auténtico desayuno inglés.
El comedor está en la planta baja y de las ocho mesas que lo componen, cuatro (sin contarnos a nosotros) están ocupadas por españoles. El desayuno es copioso: zumo de naranja, té, tostadas con blackcurrant (grosella negra, la baya con la que se hace el Ribena), salchichas, bacon, un huevo frito y judías... muchas veces he almorzado bastante menos.

A las 9 ya estamos listos para partir del hotel con rumbo al British Museum. No está muy lejos por lo que vamos a pie: hombres-anuncio por doquier, taxis negros, autobuses rojos de dos plantas, cabinas rojas atestadas de anuncios de señoritas de compañía y muy poco tráfico comparado con las grandes ciudades españolas, el alto precio de la gasolina y el tener que pagar peaje por circular por la City se me antojan las causas.

Por fuera el British no resulta realmente impactante pero por dentro es todo un espectáculo. La mera visión de la espectacular cúpula central de blanco cegador ya me hace olvidar mis prejuicios hacia la manera en que los ingleses han llenado este mausoleo a lo largo de los siglos y luego, los paseos por las distintas salas me convierten en todo un fan de este museo y las maravillas a las que da cobijo. Vemos Egipto (con las típicas fotos al lado de la Piedra Rosseta incluidas), la Grecia Clásica, la América precolombina, Asia, nos comemos unos donuts rellenos de mermelada, compramos souvenirs (en mi caso un llavero y una piedra con la runa de la Felicidad), dejamos nuestro donativo en una de las grandes urnas a la salida y nos vamos en busca de un sitio para comer.
El destino elegido para almorzar es Camden Town: mercadillo alternativo, tiendas de vinilos, punkies, grunges, góticos con botas Doctor Martins y tutú de bailarina, edificios decorados de formas imposibles, un coche fúnebre de caballos y un montón de maravillas más para todos los sentidos. Antes de comer nos pasamos por Cyberdog, una de las tiendas más cool de todo Camden Town y donde puedes encontrar desde brazos cibernéticos, ropa interior geek, camisetas con leds luminosos, tintes para el pelo de colores chillones (creo que Cañizares los compra aquí jejeje) o artículos de papelería hechos con placas base mientras bailas como un poseso el techno machacón de su hilo musical.

Definitivamente comemos una exquisita colección de chino, indio, indonesio y japonés regada con Coca Cola, sentados en unos bancos de una pequeña plaza en el mismo corazón de Camden rodeados por gentes de todo tipo de edades, razas y condiciones. Después de comer nos tomamos un té en un coqueto pub de dos plantas cerca de Camden mientras vemos las semifinales de Wimbledon por la pantalla gigante.
A primera hora de la tarde nos volvemos para el hotel y mientras mis compañeros se echan un siestecita yo me voy a Picadilly y me doy un garbeo por el Virgin Megastore. Hace una tarde soleada, ni punto de comparación con la del día anterior. Vuelvo al hotel en un metro realmente atestado de gente. Nos duchamos y arreglamos y para las 8 salimos del hotel en busca de cena y diversión. Nuestra primera parada es el Soho: damos un paseo por la mítica Carnaby Street y nos tomamos unas pintas de Foster's en la improvisada terraza de un pub enfrente de un teatro.

Del Soho nos dirigimos hacia Oxford Street en un metro tan abarrotado que me hizo recordar mi claustrofóbia de la infancia. Cenamos un exquisito kebab (el mejor que he comido nunca) acompañado de un vaso extra-grande de Ribena en un marroquí en la esquina de Totenham con Oxford. Allí no había ningún camarero español pero si uno que sabía hablar español y que quería irse a la Costa del Sol y abrir un negocio allí. Desde el restaurante hasta Metro (un garito que me habían recomendado) sólo había unos cien metros. Metro es caro, pequeño, oscuro, está hundido (había que bajar dos tramos largos de escaleras para llegar desde la entrada a la pista) y cuando está repleto es caluroso hasta decir basta.... pero yo me lo pase como los indios: buena música (Prodigy, Depeche Mode, Bloc Party, T-Rex, Daft Punk, Editors...) bien mezclada por cuatro djs diferentes, spirits que entraban como el agua, sin humos (está prohibido fumar en Londres en cualquier sitio público, a ver si tomamos nota por aquí) y buen ambiente indie.
Volvimos a la superficie pasadas las 3 de la mañana y cogimos un bus hasta el hotel. El bus iba tan abarrotado que todavía no me creo que nos pudieramos montar en él. Además, dentro de él tuve una experiencia cercana a la muerte: yo iba apretujado en la increiblemente pequeña escalera de acceso a la parte de arriba, dejando el espacio justo para que pasara una persona delgada con muchas apreturas cuando, al llegar a una parada cercana ya al final de nuestro recorrido, una chica de unos 120 o 130 kilos (y no estoy exagerando) irrumpe en la escalera. La chica, supongo que al ver mi cara de pánico, frenó en seco a escasos centímetros de mí sin atropellarme. La siguiente parada era la nuestra por lo que a base de empujones conseguimos apearnos. Supongo que la chica también lo consiguió... o eso espero. Pasé miedo de verdad, lo prometo.
A las 4, sólo unos momentos antes de que empezara a amanecer, estabamos acostándonos. Unas pocas horas después debíamos estar de nuevo en pie para un nuevo día de aventura.
El comedor está en la planta baja y de las ocho mesas que lo componen, cuatro (sin contarnos a nosotros) están ocupadas por españoles. El desayuno es copioso: zumo de naranja, té, tostadas con blackcurrant (grosella negra, la baya con la que se hace el Ribena), salchichas, bacon, un huevo frito y judías... muchas veces he almorzado bastante menos.
A las 9 ya estamos listos para partir del hotel con rumbo al British Museum. No está muy lejos por lo que vamos a pie: hombres-anuncio por doquier, taxis negros, autobuses rojos de dos plantas, cabinas rojas atestadas de anuncios de señoritas de compañía y muy poco tráfico comparado con las grandes ciudades españolas, el alto precio de la gasolina y el tener que pagar peaje por circular por la City se me antojan las causas.
Por fuera el British no resulta realmente impactante pero por dentro es todo un espectáculo. La mera visión de la espectacular cúpula central de blanco cegador ya me hace olvidar mis prejuicios hacia la manera en que los ingleses han llenado este mausoleo a lo largo de los siglos y luego, los paseos por las distintas salas me convierten en todo un fan de este museo y las maravillas a las que da cobijo. Vemos Egipto (con las típicas fotos al lado de la Piedra Rosseta incluidas), la Grecia Clásica, la América precolombina, Asia, nos comemos unos donuts rellenos de mermelada, compramos souvenirs (en mi caso un llavero y una piedra con la runa de la Felicidad), dejamos nuestro donativo en una de las grandes urnas a la salida y nos vamos en busca de un sitio para comer.
El destino elegido para almorzar es Camden Town: mercadillo alternativo, tiendas de vinilos, punkies, grunges, góticos con botas Doctor Martins y tutú de bailarina, edificios decorados de formas imposibles, un coche fúnebre de caballos y un montón de maravillas más para todos los sentidos. Antes de comer nos pasamos por Cyberdog, una de las tiendas más cool de todo Camden Town y donde puedes encontrar desde brazos cibernéticos, ropa interior geek, camisetas con leds luminosos, tintes para el pelo de colores chillones (creo que Cañizares los compra aquí jejeje) o artículos de papelería hechos con placas base mientras bailas como un poseso el techno machacón de su hilo musical.
Definitivamente comemos una exquisita colección de chino, indio, indonesio y japonés regada con Coca Cola, sentados en unos bancos de una pequeña plaza en el mismo corazón de Camden rodeados por gentes de todo tipo de edades, razas y condiciones. Después de comer nos tomamos un té en un coqueto pub de dos plantas cerca de Camden mientras vemos las semifinales de Wimbledon por la pantalla gigante.
A primera hora de la tarde nos volvemos para el hotel y mientras mis compañeros se echan un siestecita yo me voy a Picadilly y me doy un garbeo por el Virgin Megastore. Hace una tarde soleada, ni punto de comparación con la del día anterior. Vuelvo al hotel en un metro realmente atestado de gente. Nos duchamos y arreglamos y para las 8 salimos del hotel en busca de cena y diversión. Nuestra primera parada es el Soho: damos un paseo por la mítica Carnaby Street y nos tomamos unas pintas de Foster's en la improvisada terraza de un pub enfrente de un teatro.

Del Soho nos dirigimos hacia Oxford Street en un metro tan abarrotado que me hizo recordar mi claustrofóbia de la infancia. Cenamos un exquisito kebab (el mejor que he comido nunca) acompañado de un vaso extra-grande de Ribena en un marroquí en la esquina de Totenham con Oxford. Allí no había ningún camarero español pero si uno que sabía hablar español y que quería irse a la Costa del Sol y abrir un negocio allí. Desde el restaurante hasta Metro (un garito que me habían recomendado) sólo había unos cien metros. Metro es caro, pequeño, oscuro, está hundido (había que bajar dos tramos largos de escaleras para llegar desde la entrada a la pista) y cuando está repleto es caluroso hasta decir basta.... pero yo me lo pase como los indios: buena música (Prodigy, Depeche Mode, Bloc Party, T-Rex, Daft Punk, Editors...) bien mezclada por cuatro djs diferentes, spirits que entraban como el agua, sin humos (está prohibido fumar en Londres en cualquier sitio público, a ver si tomamos nota por aquí) y buen ambiente indie.
Volvimos a la superficie pasadas las 3 de la mañana y cogimos un bus hasta el hotel. El bus iba tan abarrotado que todavía no me creo que nos pudieramos montar en él. Además, dentro de él tuve una experiencia cercana a la muerte: yo iba apretujado en la increiblemente pequeña escalera de acceso a la parte de arriba, dejando el espacio justo para que pasara una persona delgada con muchas apreturas cuando, al llegar a una parada cercana ya al final de nuestro recorrido, una chica de unos 120 o 130 kilos (y no estoy exagerando) irrumpe en la escalera. La chica, supongo que al ver mi cara de pánico, frenó en seco a escasos centímetros de mí sin atropellarme. La siguiente parada era la nuestra por lo que a base de empujones conseguimos apearnos. Supongo que la chica también lo consiguió... o eso espero. Pasé miedo de verdad, lo prometo.
A las 4, sólo unos momentos antes de que empezara a amanecer, estabamos acostándonos. Unas pocas horas después debíamos estar de nuevo en pie para un nuevo día de aventura.
DIA 3. 07-07-2007. SABADO
A las 9, todavía resacosos, estabamos en pie dispuestos a bajar a desayunar. Como las judías no me habían gustado el día anterior, le pedí a la camarera que no me las pusiera. En su defecto me puso dos huevos fritos en vez de uno y, como servidor es de comerse todo lo que viene en el plato, cuando salí del comedor el colesterol me salía por los ojos.
Sin LM, que ya está mayor para estos trotes y se quedó durmiendo un rato más, partimos antes de las 10 hacia Trafalgar Square. Allí, además de la absurdamente alta estatua del Almirante Nelson, nos encontramos con un escenario y unas gradas, lo que nos hizo recordar que el Tour de Francia salía de Londres este año y que precisamente el prólogo era ese mismo día.
Bajando por The Mall hacia Buckingham Palace nos encontramos con todo el tinglado del Tour (ya que esta amplia y preciosa avenida era el final de la etapa): mucha gente acampando en las aceras haciendo tiempo para la etapa, los ciclistas entrenando, las azafatas ensayando en el espectacular podio, puestos de comida y tenderetes oficiales (donde le compré un maillot oficial del Saunier Duval a mi padre, que es un gran aficionado al ciclismo). Llegamos a Buckingham Palace para enterarnos que, por culpa de todo el tinglado del Tour, se había suspendido el Cambio de Guardia.

Como Bukingham tampoco tiene mucho que ver y todavía quedaba un rato para encontrarnos allí mismo con LM, decidímos ir a dar un paseo por el cercano y mítico Hyde Park. Después de estar un rato tirados en el césped volvimos a Buckingham, nos encontramos con LM y entre la increible riada de gente nos compramos unos hot dogs y unos sandwiches y nos tumbamos en Saint James Park (que está paralelo a The Mall) a comer. La nublada mañana había dado paso a una tarde soleada y para matar el tiempo antes de que empezara la etapa fuimos a darnos un paseo por la avenida donde estaban aparcados los autobuses de los equipos. Allí vimos a Oscar Freire, Alejandro Valverde, Vinokourov o Carlos Sastre pero como tampoco había mucho que hacer nos fuimos en busca de la salida de la etapa.

La etapa arrancaba en Whitehall, a unos cientos de metros de la zona de Westminster, pero cuando llegamos todavía era un poco pronto y decidimos entrar en un pub a darle trabajo al gaznate con unas cuantas pintas de Foster's. Cuando salimos del pub la avenida ya estaba atestada de un público enfervorecido (¿Quién dice que el ciclismo ya no interesa?) por lo que fuimos bajando por Whitehall hasta que encontramos el sitio perfecto para ver la etapa: un pequeño parque a los pies del Big Ben, a sólo unos cientos de metros de la salida, donde habían colocado una pantalla gigante de televisión. Asi que seguimos la etapa tumbaditos en la hierba al solecito con unas botellas de Ribena, donuts y unas bolsas de chips y cuando salía algún español, C, LM y un servidor corriamos hacia las vallas para golpearlas y jalearles a su paso. Todos unos hooligans estabamos hechos. Por cierto, que el solecito, después de dos horitas expuestos a él, había hecho efecto y cuando volviamos hacia el hotel (entre un increible mar de gente) estabamos rojos como cangrejos: eramos los anti-guiris, salimos de España blanquitos e ibamos a volver morenitos.

Una vez en el hotel descansamos un rato, nos duchamos, nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos a pasar otra noche de fiesta. Al contrario que la noche anterior, donde teniamos planeado ir a Metro de antemano, esta noche de sábado no teniamos un plan preestablecido, ibamos a la aventura... y esa aventura nos llevó, en una primera parada, de nuevo a Covent Garden.
El buen tiempo y que era sábado hicieron que el ambiente de Covent Garden fuera mucho mejor que el del jueves. Primero volvimos al Balcony Bar donde nos bebimos unas cuantas jarras de curasao acompañadas de generosos (y caros) platos de nachos con salsa. Por cierto, que aquí vimos el máximo del tópico del camarero español en Londres: de las tres camareras dos eran españolas... y de muy buen ver, por cierto. Después de habernos saciado volvimos a bajar a la calle y fuimos catando las pintas de cerveza de distintos abarrotados pubs. Había tanta gente en todos los pubs que mucha se salía a la calle montando improvisadas terrazas. Un ambiente sensacional.
Era casi medianoche cuando decidimos marcharnos de allí y buscar algún club donde terminar la noche. No fuimos muy lejos ya que el elegido fue Verve, que se encuentra a mitad de camino entre Covent Garden y Leicester Square (ya sabes, lestescua). Es un local de tres plantas muy chic donde puedes beberte tus pintas mientras mueves el esqueleto a ritmo de pop bailable y dance suavito. La pista estaba en la primera planta, la segunda era más en plan de relax con sofas y luz tenue y la tercera era para los vips y los cuartos de baño. Unos cuartos de baño que merecen un comentario aparte: decorados con un gusto exquisito, tan limpios como una patena y con un negrazo de 2x2 vestido de mayordomo de toda la vida ofreciendote una cestita con toallas, jabones, colonias y demás pijaditas. Obviamente la propina esperada por el armario empotrado iba en consonancia con el lujo mostrado por lo que la segunda vez que sentí necesidad de aliviar me hice el sueco y salí por piernas sin mirar atras. El aseo de señoritas, como nos informó L, estaba en concordancia lujosa con el de caballeros. También estaba en concordancia el precio de los chupitos: 4 libras. Un sitio muy chulo, con buen ambiente y muy recomendable pero muy caro incluso para ser Londres.
A eso de las 3:00am salimos de Verve y nos propusimos coger un bus de vuelta al b&b pero no fue nada sencillo ya que nos dividimos en dos grupos y nos perdimos. Después de patearnos medio Londres e intecambiar tensas llamadas telefónicas nos encontramos por fin, pillamos un bus (sin ningún incidente de mención esta vez) y cerca de las 4 nos estabamos acostando. Minutos después empezaba a amanecer.
Sin LM, que ya está mayor para estos trotes y se quedó durmiendo un rato más, partimos antes de las 10 hacia Trafalgar Square. Allí, además de la absurdamente alta estatua del Almirante Nelson, nos encontramos con un escenario y unas gradas, lo que nos hizo recordar que el Tour de Francia salía de Londres este año y que precisamente el prólogo era ese mismo día.
Bajando por The Mall hacia Buckingham Palace nos encontramos con todo el tinglado del Tour (ya que esta amplia y preciosa avenida era el final de la etapa): mucha gente acampando en las aceras haciendo tiempo para la etapa, los ciclistas entrenando, las azafatas ensayando en el espectacular podio, puestos de comida y tenderetes oficiales (donde le compré un maillot oficial del Saunier Duval a mi padre, que es un gran aficionado al ciclismo). Llegamos a Buckingham Palace para enterarnos que, por culpa de todo el tinglado del Tour, se había suspendido el Cambio de Guardia.

Como Bukingham tampoco tiene mucho que ver y todavía quedaba un rato para encontrarnos allí mismo con LM, decidímos ir a dar un paseo por el cercano y mítico Hyde Park. Después de estar un rato tirados en el césped volvimos a Buckingham, nos encontramos con LM y entre la increible riada de gente nos compramos unos hot dogs y unos sandwiches y nos tumbamos en Saint James Park (que está paralelo a The Mall) a comer. La nublada mañana había dado paso a una tarde soleada y para matar el tiempo antes de que empezara la etapa fuimos a darnos un paseo por la avenida donde estaban aparcados los autobuses de los equipos. Allí vimos a Oscar Freire, Alejandro Valverde, Vinokourov o Carlos Sastre pero como tampoco había mucho que hacer nos fuimos en busca de la salida de la etapa.
La etapa arrancaba en Whitehall, a unos cientos de metros de la zona de Westminster, pero cuando llegamos todavía era un poco pronto y decidimos entrar en un pub a darle trabajo al gaznate con unas cuantas pintas de Foster's. Cuando salimos del pub la avenida ya estaba atestada de un público enfervorecido (¿Quién dice que el ciclismo ya no interesa?) por lo que fuimos bajando por Whitehall hasta que encontramos el sitio perfecto para ver la etapa: un pequeño parque a los pies del Big Ben, a sólo unos cientos de metros de la salida, donde habían colocado una pantalla gigante de televisión. Asi que seguimos la etapa tumbaditos en la hierba al solecito con unas botellas de Ribena, donuts y unas bolsas de chips y cuando salía algún español, C, LM y un servidor corriamos hacia las vallas para golpearlas y jalearles a su paso. Todos unos hooligans estabamos hechos. Por cierto, que el solecito, después de dos horitas expuestos a él, había hecho efecto y cuando volviamos hacia el hotel (entre un increible mar de gente) estabamos rojos como cangrejos: eramos los anti-guiris, salimos de España blanquitos e ibamos a volver morenitos.
Una vez en el hotel descansamos un rato, nos duchamos, nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos a pasar otra noche de fiesta. Al contrario que la noche anterior, donde teniamos planeado ir a Metro de antemano, esta noche de sábado no teniamos un plan preestablecido, ibamos a la aventura... y esa aventura nos llevó, en una primera parada, de nuevo a Covent Garden.
El buen tiempo y que era sábado hicieron que el ambiente de Covent Garden fuera mucho mejor que el del jueves. Primero volvimos al Balcony Bar donde nos bebimos unas cuantas jarras de curasao acompañadas de generosos (y caros) platos de nachos con salsa. Por cierto, que aquí vimos el máximo del tópico del camarero español en Londres: de las tres camareras dos eran españolas... y de muy buen ver, por cierto. Después de habernos saciado volvimos a bajar a la calle y fuimos catando las pintas de cerveza de distintos abarrotados pubs. Había tanta gente en todos los pubs que mucha se salía a la calle montando improvisadas terrazas. Un ambiente sensacional.
Era casi medianoche cuando decidimos marcharnos de allí y buscar algún club donde terminar la noche. No fuimos muy lejos ya que el elegido fue Verve, que se encuentra a mitad de camino entre Covent Garden y Leicester Square (ya sabes, lestescua). Es un local de tres plantas muy chic donde puedes beberte tus pintas mientras mueves el esqueleto a ritmo de pop bailable y dance suavito. La pista estaba en la primera planta, la segunda era más en plan de relax con sofas y luz tenue y la tercera era para los vips y los cuartos de baño. Unos cuartos de baño que merecen un comentario aparte: decorados con un gusto exquisito, tan limpios como una patena y con un negrazo de 2x2 vestido de mayordomo de toda la vida ofreciendote una cestita con toallas, jabones, colonias y demás pijaditas. Obviamente la propina esperada por el armario empotrado iba en consonancia con el lujo mostrado por lo que la segunda vez que sentí necesidad de aliviar me hice el sueco y salí por piernas sin mirar atras. El aseo de señoritas, como nos informó L, estaba en concordancia lujosa con el de caballeros. También estaba en concordancia el precio de los chupitos: 4 libras. Un sitio muy chulo, con buen ambiente y muy recomendable pero muy caro incluso para ser Londres.
A eso de las 3:00am salimos de Verve y nos propusimos coger un bus de vuelta al b&b pero no fue nada sencillo ya que nos dividimos en dos grupos y nos perdimos. Después de patearnos medio Londres e intecambiar tensas llamadas telefónicas nos encontramos por fin, pillamos un bus (sin ningún incidente de mención esta vez) y cerca de las 4 nos estabamos acostando. Minutos después empezaba a amanecer.
DÍA 4. 08-07-2007. DOMINGO
A las 11:51 (estos ingleses y la puntualidad) había que coger un tren hacia Manchester por lo que a las 8:30 ya estabamos despiertos y bajando a desayunar. Esta vez pasé del calórico desayuno típico inglés y me decanté por un tazón de cereales y zumo de naranja, mucho más ligero, donde va a parar. Un poco después de las 10 dejamos el cutre Hotel Alhambra y nos dirigimos a la estación de tren de King Cross (la misma a la que habiamos llegado) para coger el tren. Como, a pesar de estar bastante cerca, arrastrar mi maltrecha maleta se hace todo un suplicio vamos en metro.
Exactamente a las 11:51 el tren (un coqueto artefacto de la Virgin Trains) sale de la estación. Son tres horas de viaje que paso leyendo un ejemplar de Empire que había comprado (y que me sorprendió por su inglés académico para todos los públicos que incluso yo podía entender sin mucho problema). Lo único reseñable del viaje es que pasamos por delante del Nuevo Wembley, donde el día anterior se había celebrado el Live Earth.
Antes de las 15:00 llegamos a la Estación de Picadilly. Está lloviendo y hace bastante frío por lo que el trayecto con la maleta sin ruedas hasta el hotel se hace bastante pesado. El Hotel Mitre está en pleno centro de Manchester, al lado del centro comercial Triangle y a espaldas a la catedral (que es bastante decepcionante por su pequeño tamaño). No es ningún cinco estrellas pero a diferencia de nuestro paradero en Londres es un hotel de verdad, pequeño y acogedor... y con las omnipresentes moquetas por todos lados, eso si.
Descansamos un rato en nuestras habitaciones mientras veiamos la final de Winbledom entre Nadal y Federer. Cuando el suizo finiquitó el partido, salimos del hotel, buscamos un bus y nos dirigimos hacia East Disbury, a visitar a Steve, un viejo amigo de LM que resultó ser clavadito a Kiefer Sutherland con veinte kilos de más. El trayecto dura más de media hora y durante el mismo atravesamos Chinatown, el barrio universitario, la Curry Mile (el barrio indio), un barrio de posibles y otro visiblemente pobre. Además llueve y para de llover una docena de veces, más o menos.
East Disbury es un barrio triste de calles vacias y casitas unifamiliares clónicas al que no ayuda nada para su disfrute el mal tiempo reinante. Encontramos la casa Steve, saludamos, entregamos los encargos hechos (jamón serrano y aceite de oliva, tontos no son los mancunianos) y nos vamos a la calle principal de Disbury en busca de algún pub donde tomar unas pintas. Después de una hora de charla, cerveza y cambios climatológicos, nos despedimos y partimos rumbo al centro. Sin embargo nos apeamos del bus antes, concretamente en la Curry Mile, para cenar en un indio.

Nunca había comido en un indio y la verdad es que fue una muy buena experiencia ya que es una comida muy sabrosa, aromática y con el punto justo de picante... y además nos salió bastante barato. Cuando salimos del restaurante esta lloviendo a mares por lo que nos resguardamos en la parada de autobuses más cercana a la espera del transporte.
La siguiente parada del viaje fue el Gay Village, una de las zonas más conocidas de marcha de toda la ciudad pero que resultó, por lo menos para mi, bastante decepcionante. El mal tiempo y que era domingo hacían que hubiera muy poca gente y, además, el sitio (a la humeda ribera de un canal) no es el mejor precisamente. Nos pasamos por un par de pubs semivacios donde cayeron unas pocas pintas y a eso de las 11 estabamos rumbo al hotel. Cuando llegamos al hotel nos tomamos unas pintas de Orange Juice & Lemonade (un refresco bastante típico de la zona) en el bar mientras veiamos en la televisión un partido de Argentina en la Copa America.
Un poco después de la medianoche, rendidos y empapados nos metemos en camita a intentar dormir más de un par de horitas como había sucedido noches anteriores.
Exactamente a las 11:51 el tren (un coqueto artefacto de la Virgin Trains) sale de la estación. Son tres horas de viaje que paso leyendo un ejemplar de Empire que había comprado (y que me sorprendió por su inglés académico para todos los públicos que incluso yo podía entender sin mucho problema). Lo único reseñable del viaje es que pasamos por delante del Nuevo Wembley, donde el día anterior se había celebrado el Live Earth.
Antes de las 15:00 llegamos a la Estación de Picadilly. Está lloviendo y hace bastante frío por lo que el trayecto con la maleta sin ruedas hasta el hotel se hace bastante pesado. El Hotel Mitre está en pleno centro de Manchester, al lado del centro comercial Triangle y a espaldas a la catedral (que es bastante decepcionante por su pequeño tamaño). No es ningún cinco estrellas pero a diferencia de nuestro paradero en Londres es un hotel de verdad, pequeño y acogedor... y con las omnipresentes moquetas por todos lados, eso si.
Descansamos un rato en nuestras habitaciones mientras veiamos la final de Winbledom entre Nadal y Federer. Cuando el suizo finiquitó el partido, salimos del hotel, buscamos un bus y nos dirigimos hacia East Disbury, a visitar a Steve, un viejo amigo de LM que resultó ser clavadito a Kiefer Sutherland con veinte kilos de más. El trayecto dura más de media hora y durante el mismo atravesamos Chinatown, el barrio universitario, la Curry Mile (el barrio indio), un barrio de posibles y otro visiblemente pobre. Además llueve y para de llover una docena de veces, más o menos.
East Disbury es un barrio triste de calles vacias y casitas unifamiliares clónicas al que no ayuda nada para su disfrute el mal tiempo reinante. Encontramos la casa Steve, saludamos, entregamos los encargos hechos (jamón serrano y aceite de oliva, tontos no son los mancunianos) y nos vamos a la calle principal de Disbury en busca de algún pub donde tomar unas pintas. Después de una hora de charla, cerveza y cambios climatológicos, nos despedimos y partimos rumbo al centro. Sin embargo nos apeamos del bus antes, concretamente en la Curry Mile, para cenar en un indio.
Nunca había comido en un indio y la verdad es que fue una muy buena experiencia ya que es una comida muy sabrosa, aromática y con el punto justo de picante... y además nos salió bastante barato. Cuando salimos del restaurante esta lloviendo a mares por lo que nos resguardamos en la parada de autobuses más cercana a la espera del transporte.
La siguiente parada del viaje fue el Gay Village, una de las zonas más conocidas de marcha de toda la ciudad pero que resultó, por lo menos para mi, bastante decepcionante. El mal tiempo y que era domingo hacían que hubiera muy poca gente y, además, el sitio (a la humeda ribera de un canal) no es el mejor precisamente. Nos pasamos por un par de pubs semivacios donde cayeron unas pocas pintas y a eso de las 11 estabamos rumbo al hotel. Cuando llegamos al hotel nos tomamos unas pintas de Orange Juice & Lemonade (un refresco bastante típico de la zona) en el bar mientras veiamos en la televisión un partido de Argentina en la Copa America.
Un poco después de la medianoche, rendidos y empapados nos metemos en camita a intentar dormir más de un par de horitas como había sucedido noches anteriores.
DIA 5. 09-07-2007. LUNES
Antes de las 9 de la mañana ya estabamos en perfecto estado de revista y, como en este hotel no teniamos el desayuno pagado, salimos en su busca. El Tesco de Triangle fue la opción elegida: batido de fresa, muffins de chocolate (exquisitos) y donuts. De este Tesco (y de todos los demás a los que fuimos durante el viaje) me sorprendió que a pesar de haber muchas cajas sólo había una cola, sin duda un método mucho más eficiente que el que usamos por aquí.

Con nuestras bolsas de la compra nos montamos a un autobús en dirección a Old Trafford, El Teatro de los Sueños, que también se encuentra en un barrio periférico (Trafford, obviamente) bastante alejado del centro. El bus nos dejó, ya bien desayunados, en la misma puerta de entrada del estadio. Al ser lunes el interior estaba cerrado al público excepto para visitas guiadas por lo que nos limitamos a recorrer su impresionante perímetro, a hacernos muchas fotos y a comprarle en la tienda del estadio a LM la camiseta que llevaba el ManU, del que es gran seguidor, en la célebre final de Champions de 1999 en el Camp Nou.
Con nuestras bolsas de la compra nos montamos a un autobús en dirección a Old Trafford, El Teatro de los Sueños, que también se encuentra en un barrio periférico (Trafford, obviamente) bastante alejado del centro. El bus nos dejó, ya bien desayunados, en la misma puerta de entrada del estadio. Al ser lunes el interior estaba cerrado al público excepto para visitas guiadas por lo que nos limitamos a recorrer su impresionante perímetro, a hacernos muchas fotos y a comprarle en la tienda del estadio a LM la camiseta que llevaba el ManU, del que es gran seguidor, en la célebre final de Champions de 1999 en el Camp Nou.
Después de una hora en Old Trafford volvimos a coger el bus para ir al cercano Trafford Centre, el que durante mucho años fue el centro comercial más grande de Europa. En los 100 metros escasos que había entre la parada del bus y la entrada al centro comercial nos cayó una granizada espectacular con la que nos calamos hasta los huesos. En el centro comercial estuvimos un par de horas, de las cuales yo pase más de una en el Apple Store que hay en su interior. Nunca había estado antes en un Santuario Apple y la verdad es que es una experiencia única para los sentidos. Como después de cinco días de viaje ya andaba muy justo de dinero no me compre nada... aunque había un iBook que me miraba con unos ojitos de cordero que casi me terminan convenciendo.
Desde Trafford Centre nos dirigimos de nuevo al centro parando en el barrio universitario para comer en un restaurante chino. Se trataba de un restaurante chino auténtico, de esos en los que te puedes encontrar a chinos comiendo en él (de hecho, de unas treinta mesas sólo había unas pocas ocupadas por no-asiáticos y la carta estaba en chino). La comida era totalmente distinta a la que te puedes encontrar en un chino normal pero tampoco me resultó especialmente sabrosa para lo cara que era. Por suerte el restaurante estaba lo suficientemente occidentalizado para tener cucharas y tenedores porque lo mío no es precisamente el manejo de los palillos. Debajo del restaurante había un supermercado chino por el que nos dimos un garbeo antes de poner rumbo definitivo al hotel. Bueno, no todos, ya que LG se marchó directo al aeropuerto ya que su vuelo hacia Belfast salía aquella misma tarde.
Después de descansar un rato en las habitaciones fuimos a Triangle a dar una vuelta y hacer las compras para la familia. Triangle no es un centro comercial al uso sino que es un espacio de ocio abierto, es decir, se encuentra incrustado en el mismo corazón de Manchester e incluso el tranvía pasa por dentro de él. Por cierto, que este tranvía me resultó bastante decepcionante ya que no se trata de locomotoras clásicas como las de San Francisco sino que son vagones de tren normales, con lo que se pierde todo el encanto de este clásico medio de transporte.

Pues eso, que dimos un garbeo por Triangle, que estaba realmente abarrotado y eso que era lunes por la tarde, que un viernes o un sábado por la mañana tiene que ser realmente axfisiante. En Primark, la cadena de ropa más barata que me he echado a la cara (tanto como un mercadillo o rastro pero con una calidad idéntica a un Zara o semejante), me pillé tres camisetas y unos vaqueros. Montante total de la compra: 10 libras. Chollazo. En Tkmaxx adquirí varias cositas (bolsos, colonias...) para mi madre, mi tía y mia buela. Además cayeron varias tabletas de auténtico chocolate negro inglés, un armband para el iPod en un HMV (no me preguntes porque no lo compré en el Apple Store por la mañana porque no lo se) y un pack de la indispensable Ribena (aka raibina).
Hechas las compras volvimos al hotel, nos arreglamos y fuimos a dar una vuelta, que llevabamos todo el día abstemios y eso había que remediarlo. Fuimos a la agradable y floreada Plaza del Ayuntamiento donde habiamos quedado con Harry, un viejo amigo de LM que había sido jugador de rugby y estaba aprendiendo español. Mientras esperabamos, C y servidor nos entretuvimos grabando un vídeo y mandandoselo a M (que se había quedado solita la pobre en el despacho) desde un punto de email callejero de Yahoo que había en el mismo centro de la plaza.
Una vez llegado Harry nos dirigimos a un pub cercano a empezar a saciar la sed acumulada. Como se trataba del último día le echamos valor y pedimos unas ales, la cerveza caliente típica de las islas. Estas ales resultaron ser una grata sorpresa ya que no están calientes sino a temperatura ambiente y tienen un sabor más que aceptables. Durante un par de horas estuvimos bebiendo cerveza y charlando en spanglish con Harry por diferentes pubs de Manchester hasta que cerca de medianoche llegamos al hotel con la intención de dormir un par de horas antes de coger el avión de vuelta a la Piel de Toro.
Desde Trafford Centre nos dirigimos de nuevo al centro parando en el barrio universitario para comer en un restaurante chino. Se trataba de un restaurante chino auténtico, de esos en los que te puedes encontrar a chinos comiendo en él (de hecho, de unas treinta mesas sólo había unas pocas ocupadas por no-asiáticos y la carta estaba en chino). La comida era totalmente distinta a la que te puedes encontrar en un chino normal pero tampoco me resultó especialmente sabrosa para lo cara que era. Por suerte el restaurante estaba lo suficientemente occidentalizado para tener cucharas y tenedores porque lo mío no es precisamente el manejo de los palillos. Debajo del restaurante había un supermercado chino por el que nos dimos un garbeo antes de poner rumbo definitivo al hotel. Bueno, no todos, ya que LG se marchó directo al aeropuerto ya que su vuelo hacia Belfast salía aquella misma tarde.
Después de descansar un rato en las habitaciones fuimos a Triangle a dar una vuelta y hacer las compras para la familia. Triangle no es un centro comercial al uso sino que es un espacio de ocio abierto, es decir, se encuentra incrustado en el mismo corazón de Manchester e incluso el tranvía pasa por dentro de él. Por cierto, que este tranvía me resultó bastante decepcionante ya que no se trata de locomotoras clásicas como las de San Francisco sino que son vagones de tren normales, con lo que se pierde todo el encanto de este clásico medio de transporte.
Pues eso, que dimos un garbeo por Triangle, que estaba realmente abarrotado y eso que era lunes por la tarde, que un viernes o un sábado por la mañana tiene que ser realmente axfisiante. En Primark, la cadena de ropa más barata que me he echado a la cara (tanto como un mercadillo o rastro pero con una calidad idéntica a un Zara o semejante), me pillé tres camisetas y unos vaqueros. Montante total de la compra: 10 libras. Chollazo. En Tkmaxx adquirí varias cositas (bolsos, colonias...) para mi madre, mi tía y mia buela. Además cayeron varias tabletas de auténtico chocolate negro inglés, un armband para el iPod en un HMV (no me preguntes porque no lo compré en el Apple Store por la mañana porque no lo se) y un pack de la indispensable Ribena (aka raibina).
Hechas las compras volvimos al hotel, nos arreglamos y fuimos a dar una vuelta, que llevabamos todo el día abstemios y eso había que remediarlo. Fuimos a la agradable y floreada Plaza del Ayuntamiento donde habiamos quedado con Harry, un viejo amigo de LM que había sido jugador de rugby y estaba aprendiendo español. Mientras esperabamos, C y servidor nos entretuvimos grabando un vídeo y mandandoselo a M (que se había quedado solita la pobre en el despacho) desde un punto de email callejero de Yahoo que había en el mismo centro de la plaza.
Una vez llegado Harry nos dirigimos a un pub cercano a empezar a saciar la sed acumulada. Como se trataba del último día le echamos valor y pedimos unas ales, la cerveza caliente típica de las islas. Estas ales resultaron ser una grata sorpresa ya que no están calientes sino a temperatura ambiente y tienen un sabor más que aceptables. Durante un par de horas estuvimos bebiendo cerveza y charlando en spanglish con Harry por diferentes pubs de Manchester hasta que cerca de medianoche llegamos al hotel con la intención de dormir un par de horas antes de coger el avión de vuelta a la Piel de Toro.
DIA 6. 10-07-2007. MARTES
Antes de las 3:30am ya estabamos en pie, con las maletas hechas y peleandonos con el conserje del hotel que nos quería cobrar una habitación de más. Minutos después, con el tema de las habitaciones ya resuelto, cogiamos un taxi rumbo al aeropuerto, en el cual teniamos que embarcar a las 4:30 ya que el vuelo salía pasadas las 6 de la mañana.
Si en London-Luton nos había sorprendido la falta de seguridad, esta vez era todo lo contrario: varias parejas de militares con perros, armados (los militares, no los perros) dando vueltas y una cola de media hora para pasar el control de seguridad. Yo no tuve ningún problema en pasar el control pero L y LM pitaron por lo que tuvieron que descalzarse y volver a pasarlo.
A las 6 estabamos montados ya en el avión (de RyanAir esta vez pero igual de pequeño y claustrofóbico que el de ida). A las 6:30 ya habiamos despegado y antes de las 10 ya estabamos en Málaga... donde un calor infernal nos recordó que era verano y nos dejó aplastados. Recogimos el coche (sorprendentemente intacto) del garage tercermundista donde lo habiamos dejado el jueves anterior y recorrimos la última etapa del viaje: la vuelta a casa.
Pasadas las 2 de la tarde, justo cuando mi madre estaba sirviendo la mesa, abrí la puerta de mi casa y entré con mi maleta rota, algunos regalos, agujetas en las piernas, los mofletes colorados y un montón de buenos recuerdos.
Un saludete guap@s.
Si en London-Luton nos había sorprendido la falta de seguridad, esta vez era todo lo contrario: varias parejas de militares con perros, armados (los militares, no los perros) dando vueltas y una cola de media hora para pasar el control de seguridad. Yo no tuve ningún problema en pasar el control pero L y LM pitaron por lo que tuvieron que descalzarse y volver a pasarlo.
A las 6 estabamos montados ya en el avión (de RyanAir esta vez pero igual de pequeño y claustrofóbico que el de ida). A las 6:30 ya habiamos despegado y antes de las 10 ya estabamos en Málaga... donde un calor infernal nos recordó que era verano y nos dejó aplastados. Recogimos el coche (sorprendentemente intacto) del garage tercermundista donde lo habiamos dejado el jueves anterior y recorrimos la última etapa del viaje: la vuelta a casa.
Pasadas las 2 de la tarde, justo cuando mi madre estaba sirviendo la mesa, abrí la puerta de mi casa y entré con mi maleta rota, algunos regalos, agujetas en las piernas, los mofletes colorados y un montón de buenos recuerdos.
Un saludete guap@s.
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